- ¿Qué
estudias?
-
Sociología.
- Ah, eso es muy fácil.
- ¿Y eso qué es? ¿Para qué sirve?
El diálogo anterior representa los dos
escenarios más habituales (según nuestra propia experiencia) a los que se
enfrenta un sociólogo cuando le preguntan qué estudia (o a qué se dedica).
Entre las explicaciones a este fenómeno, queremos destacar dos.
En primer lugar, la que ilustra Emilio
Lamo de Espinosa[1], que
es aplicable en mayor o menor medida al conjunto de las ciencias sociales y que
tiene que ver la facilidad con que los conceptos de la sociología pasan a
formar parte del lenguaje cotidiano. Esta permeabilidad conceptual tiene que
ver con el hecho de la reflexividad: los sociólogos estudiamos la sociedad,
compuesta por personas; es decir: nos estudiamos, en última instancia, a
nosotros mismos. Esto, a efectos prácticos, se traduce en que todo el mundo
crea que puede opinar sobre los temas
que los sociólogos estudiamos y analizamos, y con ello que se ponga en duda
tanto su calidad de ciencia social
como su propia utilidad: ¿para qué sirve
un sociólogo, si habla de temas de los que todos hablamos?
En segundo lugar queremos señalar una
explicación de carácter mucho más coyuntural: el bajo nivel de exigencia que es
habitual en la carrera de Sociología (con contadas excepciones entre las que
destaca, al parecer, la Universidad Carlos III de Madrid, con pocas plazas, una
consiguiente alta nota de corte, cuotas de aprobados, gran carga lectiva, etc.[2]).
La baja nota de corte (un cinco, o cerca de un cinco en casi todo el estado)
hace que mucha gente entre a Sociología porque la nota no le da para estudiar
otra cosa; el bajo nivel de exigencia hace que mucha gente se gradúe sin los
conocimientos adecuados[3]
y, de cara al exterior, parezca una carrera de segundo nivel. Sociología: ah, eso es muy fácil.
Frente a estas concepciones de la
Sociología, queremos dar una serie de argumentos contra-estigmatizadores a
favor de nuestra carrera y sus representantes:
La Sociología es una ciencia social
compleja, que abarca conocimientos de áreas diversas como son la historia, la
economía, la ciencia política, la estadística, la psicología, la demografía,
etc.
Esta diversidad inherente a nuestra área
de estudio tiende a proporcionarnos una mentalidad abierta, así como la
capacidad de realizar estudios transdisciplinares, trabajar con personas de
áreas diferentes a la nuestra (antropólogos, economistas, psicólogos…) y
emplearnos en puestos de trabajo muy diversos. Por supuesto, esto dependerá del
esfuerzo que cada cual emplee en sus estudios.
El hecho mismo de la reflexividad conduce
a que, para desarrollar análisis válidos, haya que desplazarse con pies de
plomo y huir de los prejuicios que los investigadores, en tanto que personas,
tenemos. Es, por tanto, un área de gran complejidad.
Nuestros conocimientos nos permiten, y en
muchos casos nos empujan, a realizar una labor social. Creemos que la
Sociología bien entendida sólo puede estar al servicio de la sociedad de quien obtiene
sus datos e informaciones.
Uno de nuestros objetivos es sacar a la
luz dinámicas sociales que, intencionalmente o por su propia estructura, quedan
habitualmente ocultas. De este modo, cambiarlas o redirigirlas se hace más
fácil. A raíz de esto, y basándonos en las palabras de José Ramón Torregrosa
Peris, el sociólogo es el verdadero revolucionario, el que vive por y para
cambiar las cosas.
Por todo esto, creemos que los sociólogos
hemos de reivindicar credibilidad tanto dentro de los espacios científico-académicos
como fuera de ellos, contribuyendo a que aumente el nivel de exigencia y preparación de nuestros docentes
e investigadores.
[1]
Lamo de Espinosa, Emilio. La sociedad del conocimiento información, ciencia,
sabiduría: discurso de recepción del académico de número Excmo. Sr. D. Emilio
Lamo de Espinosa : sesión del día 26 de octubre de 2010, Madrid. Madrid:
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2010, apartado 7.
[2] No entramos a analizar este modelo, puesto que no es el propósito
del ensayo, sólo lo destacamos como alternativa a un modelo que muestra
notables deficiencias.
[3]
La preparación de las
diferentes personas de una misma promoción es muy dispar; aprobar es fácil,
aprender no lo es tanto.
Por Marta Lizcano Barrio y Miguel Ángel de Cea Regueiro